Virus y enfermedades letales como viruela, rabia, tuberculosis, fiebre amarilla, difteria, tétanos y poliomielitis, son algunos de los principales patógenos que han diezmado a los seres humanos desde tiempos inmemorables. La vacunación ha sido una de las medidas de mayor impacto en salud pública, ya que con su administración se ha conseguido disminuir la carga de enfermedad y letalidad sobre todo en la infancia. Con excepción del acceso al agua potable, no ha habido otra medida preventiva o terapéutica, ni siquiera los antibióticos, que haya tenido mayor efecto en la reducción de muertes en todo el mundo. Estas es la primera de una serie de breves historias, de brillantes científicos que han luchado incansablemente en busca de aquellas vacunas que pueden salvar a la humanidad.
Viruela
De las pequeñas anécdotas surgen historias que pueden salvar a la humanidad entera. Uno de los mejores ejemplos le sucedió en 1761 al joven médico rural inglés Edward Jenner al oír por primera vez, en boca de una campesina y ordeñadora de vacas la siguiente afirmación: “Yo nunca tendré la viruela porque he tenido la viruela bovina, mi vaca Blossom me contagió. Nunca tendré la cara marcada por la viruela”.
Gracias a esta creencia proveniente de la sabiduría popular, el Dr. Edward Jenner, descubrió la vacuna contra tan terrible enfermedad que hasta el siglo XX (1980), había matado aproximadamente a 500 millones de personas.
El Dr. Jenner en 1788, corroboró la observación que asociaba el contagio en las manos de los ordeñadores de vacas con la viruela bovina y su posterior inmunidad para contraer la viruela humana, (quienes ordeñaban eran frecuentemente contagiados con lesiones ulceradas de las vacas infectadas con lo que se conocía como “cowpox”).
Así, pudo apreciar que las lesiones de la viruela vacuna o bovina, eran similares con las de la viruela humana. La capacidad inmunizante de la viruela de las vacas, la sometió a prueba mediante un procedimiento verificable que se convirtió en un informe que envió a la Sociedad Real de Londres quienes se lo devolvieron restándole importancia y burlándose de él, es más, suponían que, con este método, los pacientes podrían convertirse poco a poco en ganado vacuno.
Jenner creía en la unidad biológica de la naturaleza. Fue comprensivo con quienes no compartían sus ideas y con la tenacidad, así como paciencia que caracteriza a los científicos, buscó un nuevo caso de viruela bovina. Es así, que el 14 de mayo de 1796, el Dr. Jenner, inoculó la linfa de una úlcera infectada con viruela vacuna, que afectaba la mano de la ordeñadora Sarah Nelmes, al hijo de su jardinero, un niño de 8 años de edad llamado James Phipps. El niño, desarrolló la lesión típica, de la que se repuso rápidamente.
Seguidamente y 48 días después, el 1 de julio, aquel niño James Phipps, se expuso al contacto directo con enfermos de viruela sin contaminarse. Jenner había demostrado la veracidad de su investigación y para convencer a los incrédulos, absolutamente seguro de la certidumbre de su experimento, inoculó a su propio hijo con igual resultado.
Al cabo de dos años inoculó a otras 23 personas y describió las características del procedimiento que publicó en junio de 1798 en un documento de 75 páginas con 4 ilustraciones: “An Inquiry into the Causes and Effects of the Variolae vaccinae, a Disease Discovered in Some of the Gloucestershire, and Known by the Name of the Cowpox”.
El descubrimiento del Dr. Jenner, fue el primer trabajo científico para combatir una enfermedad infecciosa por medio de una vacuna. En homenaje a él, Luis Pasteur llamó vacunación a su exitosa inoculación contra el ántrax en 1881.
El término vacuna es usado como sinónimo de inoculación para inmunizar. Y se ha hecho extensivo a la protección contra cualquier cosa que se considera mala, ya no únicamente contra una enfermedad.
El éxito del descubrimiento del Dr. Jenner fue tan importante que en 1840 el Gobierno inglés prohibió cualquier otro método de vacunación contra la viruela que no fuera el suyo. Por su lado, Napoleón ordenó vacunar a todo su ejercito.
La última víctima mortal con viruela, fue la británica Janet Parker quien extrañamente se infectó en agosto de 1978. En 1980 la OMS declaró el fin de la viruela en el mundo.