Si eres de aquellas personas que ante cualquier circunstancia de la vida siempre ven el lado amable; de esas que piensan que, por más nocivo que parezca, todo tiene un aspecto bueno al que sacarle provecho, aquí tienes otra razón para aumentar tu optimismo: según recientes estudios científicos, las personas optimistas no solo disfrutan de una mayor sensación de bienestar, de un mejor manejo del estrés y son más saludables, sino que, además, van a vivir muchos años más que las personas que no lo son.
Los científicos llegaron a esta conclusión luego de estudiar durante 26 años el estilo de vida de 160.000 mujeres cuyas edades fluctuaban entre los 50 y 79 años. Antes de empezar con el estudio, dichas féminas llenaron un cuestionario que medía su nivel de optimismo y durante más de dos décadas analizaron el comportamiento de todas ellas, incluyendo las que habían fallecido.
Los resultados fueron concluyentes: las mujeres cuyo nivel de optimismo era más elevado vivieron por más tiempo, llegando incluso a los 90 años, algo considerado extraordinario teniendo en cuenta que en los países desarrollados el promedio de vida de las mujeres es de 83 años. Otro hecho que impresionó a los estudiosos fue que los resultados no variaron en absoluto luego de agregarles otros elementos que inciden en la longevidad como el grado de estudios, el nivel socio económico, la procedencia étnica o las enfermedades crónicas.
Aunque este estudio solo tomó en cuenta a mujeres, hay otro donde también participaron hombres y determina que las personas con más alto grado de optimismo viven entre un 11% y un 15% más que los que no lo son tanto.
¿Por qué los optimistas viven más?
Pareciera que un estilo de vida que incluye una alimentación saludable, el ejercicio constante y el estar alejado de vicios como el fumar, tiene mucho que ver con el ser optimista, pues dichos hábitos reducen considerablemente el riesgo de contraer graves lesiones cardiovasculares y hasta enfermedades que pueden resultar mortales como la diabetes y el cáncer.
Pero llevar una vida sana, según estudios científicos, solo equivale al 24% en la tabla que relaciona el ser optimista con vivir más.
El buen y adecuado manejo del estrés por las personas optimistas es otro factor para tomar muy en cuenta para una vida longeva. Suelen afrontar los problemas de una manera calmada, buscando solucionarlos sin llegar a extremos y tratando de encontrarles siempre un lado positivo, lo que hace que su frecuencia cardiaca y su presión arterial no se eleven considerablemente, su sistema inmunitario se mantenga estable y de esta manera evitan que su salud se vea comprometida.
En resumen, un estilo de vida saludable y el buen manejo del estrés son dos factores importantes que explican la vida prolongada de un optimista.
Cómo ser optimista
Se afirma que el optimismo es un atributo de la personalidad que tiene componentes genéticos y que también puede generarse en la primera infancia viviendo en un ambiente armónico, agradable y amoroso.
Lo bueno es que, si no somos naturalmente optimistas, hay maneras de elevar a lo largo del tiempo nuestra capacidad de ver la realidad de una manera más positiva, realizando algunos sencillos ejercicios.
Uno de ellos es visualizarnos en el futuro logrando algunas metas razonables, y luego escribirlo. Está comprobado que, al menos de forma temporal, nuestras ganas y nuestro optimismo se elevarán considerablemente. También funciona el imaginar un futuro plagado de buenos y alegres momentos.
Es muy importante, además, aterrizar nuestras expectativas, hacerlas lo más viables posibles, teniendo en cuenta los factores que podamos y no podamos manejar. Así, cuando obtengamos los resultados esperados fortaleceremos nuestro optimismo y de no darse lo anhelado podremos disminuir nuestra frustración.
Todavía no se ha llegado a respuestas concluyentes, pero se estima que, si uno se imagina constantemente logrando sus objetivos gracias a acciones que estén dentro de sus posibilidades y no fantaseando con metas imposibles, con el tiempo se puede llegar a elevar y vigorizar el optimismo.
A no perder la esperanza: si no somos naturalmente optimistas –lo que nos aseguraría una larga existencia–, podemos aumentar nuestra expectativa de vida haciendo ejercicios, comiendo sanamente, manejando el estrés de una manera adecuada, y teniendo una actitud y una mentalidad positivas, viendo siempre, pase lo que pase, el vaso medio lleno.