El diccionario guaraní dice que “kuña mbarete” o “kuña guapa”, se refiere a una mujer fuerte en diversos sentidos; que no se doblega, trabajadora, con muchas habilidades y que nunca se rinde. Cualquiera de estas definiciones calza a la perfección a Esperanza Buenaventura Garcete Vargas. Ella es una extraordinaria mujer, cuya profesión farmacéutica la ha convertido en un arte repleto de amor y servicio a la comunidad. Ella resulta ser, constante, corajuda, honesta, generosa, comprometida, tolerante, humilde y agradecida con sus hijos, sus colaboradores, sus clientes y, sobre todo con Dios, que le debe haber dicho en algún sueño que todavía no era su tiempo permitiéndole superar un cáncer de mama durante cinco largos y difíciles años. Hoy presidenta de la Cámara de Farmacias del Paraguay ofrece en las siguientes líneas sus puntos de vista, cuenta sobre sus valiosas experiencias y cómo visualiza el futuro de un sector tan dinámico como el de las farmacias paraguayas. Aquí, a continuación, y para usted lector, la entrevista con ella.
Megalabs (M): Para llegar a su posición profesional se requiere una vida repleta de experiencia en el sector farmacéutico ¿Cuéntenos sobre su experiencia desde su debut en un rubro de tanta responsabilidad?
Esperanza Garcete (EG): Bueno, le contaré. Egresé como química farmacéutica de la Universidad Nacional de Asunción en 1987, de la facultad de ciencias químicas. Años maravillosos de aprendizaje, en los cuales no sólo absorbí como esponja conocimientos para crecer profesionalmente, sino valores vitales para una relación humanizada con los pacientes.
M: ¿Y cómo fueron los primeros pasos tras la universidad?
EG: ¡Ay, Dios mío… Dios mío!… es toda una historia. Mi mamá, que se llamaba Obdulia Vargas, soñaba que yo tenga mi farmacia. Imagínese, que cuando estaba en el último año y apenas rendí mi última materia, ya ella había comprado los muebles de una farmacia que cerraba. Eran dos estantes, un mostrador de madera de un metro y medio que tenía un cajoncito con llave que era la caja. Mi mamá tenía todo escondido en un depósito de la casa, bien tapaditos con unas lonas para que yo no los vea y darme la sorpresa. Así que, con 25 años, di mi último examen para recibirme en febrero de 1987 y a los dos meses, en abril, abrí la farmacia.
M: Ya tenía los muebles ¿y el local?
EG: En cuanto al local, mis padres tenían un almacén de ramos generales, y me cedieron un lugarcito de aquel local para instalar allí mi muy pequeñita farmacia. Así que, con un poquito de capital que mi mamá me dio, di el primer paso en un largo camino profesional, que, entre muchas satisfacciones, me permitió darles una buena crianza a mis tres hijos.
M: Sobre lo último, absolutamente de acuerdo. Es una bendición cuando se puede sacar adelante a los hijos.
EG: Gracias al Señor, creo que ese es el mayor logro que podemos tener los padres. En mi caso: María Esperanza tiene 30 años y es licenciada en administración de empresas; Américo ya cumplió 26 años y ya está presentando sus tesis de economía; y el menor, Luis con 24 está cursando agronomía en el último año. Y le digo, que estoy muy contenta con ellos, muy feliz.
M: Dicen que las manzanas nunca caen lejos del árbol, es decir, hizo por sus hijos lo que sus padres hicieron por usted.
EG: Así mismo es, mi mamá me enseñó a trabajar y a salir adelante, siempre con honradez y sencillez. Eso mismo trato de inculcarles a mis hijos. Enseñarles el amor al trabajo, porque entonces no se siente como un sacrificio no deseado, sino un placer que se disfruta con lo que se hace.
M: La universidad capacita, pero en la casa es donde se aprende los principales valores en cuanto al trabajo.
EG: Usted está totalmente en lo cierto. En la vida uno se puede encontrar con muchos y distintos obstáculos, pero lo importante es cómo cada uno los resuelve. Y eso lo vimos con mi hermano, porque con él crecimos detrás del mostrador. Y es que mis padres trabajaban sin descanso en el almacén desde las 6 de la mañana hasta las 8 de la noche. Y allí, era nuestra vida; almorzábamos, hacíamos las tareas de la escuela, todo era tras aquel mostrador del almacén “Don Tucu”. En aquel almacén, aprendimos muchos valores que enaltecen el trabajo que cada persona, podría tener en su existencia sobre este mundo.
M: ¿Y cuáles fueron esos valores durante su niñez tras el mostrador de “Don Tucu”?
EG: A ver, se lo explico con una deliciosa y –en mis recuerdos– una muy emocional anécdota ¿Sabe por qué el almacén se llamaba “Don Tucu”? Resulta que mi papá era alto y delgado, entonces los amigos le pusieron ese sobrenombre, que en guaraní significa langosta. Y le aseguro que, todo el mundo, lo conocía como “Tucu”. Para que tenga una idea, una vez lo vi con una montaña de pagares que firmaba como “Tucu” y no con su nombre y apellido, es decir, Osvaldo Garcete.
Entonces, yo le dije “¡Dios mío, papá cómo vas a firmar Tucu!”. Y él me respondió: “Mija, lo que cuenta es la palabra, la palabra, la persona, eso es lo que cuenta”.
Sabe usted, mi madre y mi padre me inculcaron lo más importante en el trabajo, y diría que en la vida misma: Honestidad, generosidad, compromiso, tolerancia, humildad y gratitud.
M: Habiendo heredado de sus padres virtudes en el trabajo, la satisfacción del deber cumplido y de proyectarse en el futuro ¿cómo fueron sus inicios en la farmacia?
EG: Difíciles, duros. En principio, hace 35 años no había distribuidoras que llegasen hasta mi ciudad, aquí en Itá. Así que preparaba mi lista de los medicamentos que faltaban, me subía al ómnibus a las 7 de la mañana y a las 10 de la mañana, ya estaba de vuelta de Asunción con todo lo que necesitaba. Y ese viaje… era cuestión de todos los días.
Hasta que una tarde me visitó un doctor para conocer mi farmacia y me dijo: “Nosotros la vamos a ayudar, le vamos a dar crédito con lo que usted quiera, pídanos nomás”. Desde entonces se abrieron muchas puertas, esa fue una bendición, a la cual nunca le fallé, porque lo importante pues, sabe, es retribuir lo que le dan.
M: Y de ahí ¿Cómo fue el salto a la farmacia que hoy tiene?
EG: Bueno todo tiene su proceso. Cuando me casé, mi papá me regaló la casa de al lado de su almacén, y ahí abrí la farmacia que con los años amplíe poco a poco. Y así estoy trabajando y realmente estoy muy, muy feliz con el trabajo que tanto amo.
M: En ese proceso comenzó con un mostrador de un metro y medio y 2 estantes ¿Hoy cuántos tiene?
EG: Más de 25 estantes en el área de atención al público fuera de los del depósito.
M: Imagino que son varios los que la ayudan en la farmacia.
EG: Sí señor, cuento con siete colaboradores y somos como una gran familia. Y le cuento que los formé yo. Todos son técnicos en farmacia y hay dos que inclusive son licenciadas en enfermería. Es un equipo con el cual trabajo hace mucho tiempo, inclusive la más antigua tiene como 20 años conmigo… sí, le aseguro que estoy muy orgullosa de ellos.
M: ¿Cuántos turnos atienden?
EG: Estamos en dos turnos: un equipo entra de 6 de la mañana a 2 de la tarde y luego ingresan otros colaboradores de 2 de la tarde a 10 de la noche. Aparte de 2 chicas que se turnan desde las 6 de la tarde hasta las 12 de la noche. O sea que atendemos como 18 horas.
M: ¿Y ha pensado en expandirse en algún momento con otro punto de venta?
EG: La verdad que nunca me anime porque soy muy quisquillosa por mi farmacia, resulto ser muy… muy detallista. Quiero que se cuide mucho la medicación y los medicamentos. No quiero manejar mi farmacia como si fuera un simple comercio de vender por vender. Nosotros trabajamos con fármacos y la vida es sagrada, no puede haber errores. Hay que tener muchooo… cuidado con lo que se dispensa. No, no me gusta… hice un juramento.
También otro motivo, es que nosotros atendemos pacientes muchas veces de condición económica muy humilde, gente de los asentamientos, y ellos saben, que siempre los voy a ayudar y orientar para que les alcance su platita y no, como le digo, venderles por vender.
Muchísimos clientes de todos los estratos sociales me aprecian y respetan por la relación que hemos cultivado. O sea, es algo que me hace sentir muy feliz. Y ese aprecio, ese amor de la gente que no se consigue de la noche a la mañana, es algo emocionalmente en relación con mi trabajo, difícil de superar.
M: Evidentemente más allá de la satisfacción comercial, usted mantiene un sentimiento profesional muy arraigado emocionalmente ¿cómo que casi es una pasión?
EG: Asimismo, así mismo es, esa, es la palabra…pasión por todo lo que hago en la vida.
M: ¿Esa pasión ha convertido su profesión y la farmacia en un servicio a la comunidad?
EG: Totalmente, esa es mi misión, que sea un servicio a la comunidad. Y la mejor forma es brindando una atención de excelencia.
Vea usted, acá, por ejemplo, nos ganamos inclusive el respeto de los médicos de Itá. Todos me conocen y me llaman diciéndome: “Por favor, dale a fulano sus medicamentos, yo mañana te paso la receta”. Se ha generado un vínculo muy profesional, diría un vaso comunicante importante con ellos, precisamente por la atención personalizada y muy profesional que ofrecemos. Y obviamente, también contar con buenos precios y productos de calidad comprobada.
M: ¿Productos cómo los de Megalabs?
EG: Por supuesto, todos sus productos son excelentes, la salida que tienen es impresionante. Yo le puedo asegurar que se trabajan superbién, realmente trabajamos muy bien sus productos. Y las farmacias que no los tienen, se les complica la atención con los clientes. Uno no puede decir: “no tengo”.
M: En una sola palabra ¿cuál cree es la clave en la relación con los pacientes para que se vayan con una sonrisa?
EG: “Paciencia”… ¡muuuucha paciencia! Por ejemplo, durante lo peor de la pandemia, pasamos momentos sumamente críticos sobre todo con los pacientes crónicos que se quedaban totalmente aislados. Hubo inclusive mucha gente que vivía solita. No sabían, no tenían dónde ir, a quién consultar. Generalmente adultos mayores, a ellos les pasaba mi número y el WhatsApp. Me llamaban, y los orientaba; trataba por lo menos de tranquilizarlos.
Hasta de madrugada atendía el teléfono una y otra vez, porque había quienes estaban desesperados y entraban en cuadros depresivos. Llamaba gente que a veces ni conocía y que tal vez algún cliente les proporcionó mi número de celular. Pero sabía que, hablándoles, explicándoles, haciéndoles llegar pronto sus medicinas, muchos de ellos sentían que no estaban totalmente desamparados. Eso les daba un poquito más de tranquilidad porque la mayoría no podían salir a ningún lado.
Sabe usted… aquello parecía una pesadilla, y ayudar, ser empático con todos los que llamaban, o iban al local durante el día, puedo decir que resultó en acciones que me hacen sentir muy orgullosa de todo el equipo de colaboradores, con los cuales comparto el día a día en la farmacia.
M: Nuevamente, en una palabra ¿qué se necesita para tener paciencia con los clientes?
EG: ¿Una sola palabra? Diría que… “oídos”. La gente necesita hablar, preguntar y sobre todo, ser escuchada y más en épocas como en el pico de la pandemia. Ahora bajó gracias a Dios, aunque hay muchas personas que todavía se resisten a vacunarse.
M: Cambiando de tema, ¿Y a sus hijos les gustaría continuar con la farmacia?
EG: En la actualidad mi hija, la que es administradora, es la que me ayuda en la administración. Eso me alivia bastante y puedo descansar un poco más, y yo me avoco a la atención al cliente.
M: ¿Tal vez ella es la que, con el tiempo, termine expandiéndose con otros locales?
EG: Y sí, ojalá, le está gustando, está conmigo en esto, está aprendiendo muchísimo. Y si ella no se anima, tal vez mi nieta cuando crezca.
M: ¿De repente, el próximo punto de venta se llamará: “La Farmacia de Don Tucu”?
EG: Ojalá Dios y la Virgen permita que sea “Don Tucu”.
M: Si ella quisiera expandirse en Itá ¿hay mucha competencia?
EG: Sí, hay muchas farmacias, pero tampoco ahora con un solo punto de venta las considero competencia. Y es que, el servicio, el trato, la parte humana, que nosotros tenemos con cada cliente, no conozco aquí quién lo brinde.
Creo que hay ciertas farmacias cuyo trato se ha vuelto deshumanizado. El cliente entra y hay dependientes que ni lo miran a los ojos; es más, no levanta la vista de su computadora para revisar si hay el stock del producto que el cliente pide y los mandan directo a la caja, y ahí se acabó la atención, fin de la historia. Ellos revisan en su pantalla, y a veces no saben ni qué es lo que venden. Son escasos los que se preocupan por leer, por saber, por conocer el producto.
Como le digo… la gente quiere que se les preste atención, que se les mire a la cara cuando están pidiendo algo. Quieren sentir que se preocupan por ellos. Hay veces que llegan clientes desesperados con un dolor determinado. Lo primero trato de tranquilizarlos, le toco los hombros, lo hago sentar, le controlo la presión, le hablo un poquito, lo calmo y el dolor va disipándose. Capaz, que necesitaba solamente un poco de atención.
M: ¿Cual considera es su principal virtud?
EG: Pienso que soy una persona que tiene mucha fe, de las que no tienen miedo a los desafíos, y que, si se me presenta un problema, lo enfrentó. Mi mamá me enseñó a ser fuerte y enfrentar los problemas y yo así también les enseñé a mis hijos, que los problemas están para ser resueltos.
M: ¿Y su principal defecto?
E: Creo ser demasiado confiada con las personas, y a veces doy tanto, que espero que también correspondan de la misma manera. Y cuando me defraudan, me afecta demasiado, me duele de verdad.
M: ¿Como presidenta de la Cámara de Farmacias del Paraguay (CAFAPAR) qué conclusión tiene del último Convenfarma 2022?
EG: Estuvo excelente, todas las capacitaciones fueron buenísimas. Este año quedé maravillada porque realmente se veía que la gente estaba con ansias de volver, más después de dos años sin poder realizar el evento. Las capacitaciones, estaban llenas, la gente se veía prendidísima. Realmente me sentí muy, muy contenta y ya nos queremos preparar para el próximo año.
M : Y cómo presidenta de CAFAPAR: ¿Cuál es su principal objetivo?
EG: Con la comisión directiva trataremos de realizar más capacitaciones; de ayudar a las farmacias a fortalecerlas, que se formalicen.
Hay muchas farmacias en el interior que son un referente en su ciudad, son las que brindan el primer auxilio. Entonces queremos que se capaciten, que enfrenten los problemas que puedan venir y que salgan adelante. Realmente amo lo que hago y me da mucha pena ver farmacias del interior que cierran o las venden.
Es más, con nuestra directiva pensamos salir a visitar personalmente un día a la semana a las farmacias para lograr un acercamiento.
M: Y es que de la mano de la capacitación llega la motivación.
EG: Ahí está, eso es, capacitar y motivar; que acepten los cambios, tienen que adecuarse a las nuevas reglas del mercado, porque si no lo hacen, difícilmente sobrevivan.
M: Un mensaje final: ¿cómo definiría su éxito personal y profesional, también, con una sola palabra?
EG: A todas luces, esa palabra es: “Fe”. Fe en Dios, en uno mismo. Mire, yo pase por etapas de mi vida realmente críticas. Ahora mismo, soy sobreviviente del cáncer de mama. Atravesé cinco años muy difíciles, pero nunca dejé de trabajar…jamás dejé de trabajar, nunca me rendí, nunca pero nunca bajé la guardia.