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Madre Teresa de Calcuta: Recordando su legado 27 Años después de su partida

Se llamaba Agnes Gonxha Bojaxhiu, y nació en Albania en agosto de 1910, pero el mundo la conocería como “La Madre Teresa de Calcuta”, un nombre que resuena en los corazones de millones. Recordando que hace poco, el 5 de septiembre, se cumplieron 27 años desde su fallecimiento, su vida se presenta como un camino de amor incondicional, marcado por experiencias místicas que encendieron su espíritu desde el instante en que tomó los hábitos a los 21 años, desafiando tanto sus propios miedos como los de quienes la rodeaban.

Desde muy joven, a los 18 años, logró el consentimiento de su madre para embarcarse hacia las misiones en India. Había escuchado sobre las Hermanas de Loreto, una congregación que extendía su mano en ese lejano país, y su corazón ardía con el deseo de servir. Sin dudarlo, viajó a un lugar donde la pobreza era abrumadora, pero donde su fe y determinación brillarían con fuerza.

Sin dudarlo, viajó a un lugar donde la pobreza era abrumadora.

En 1946, un acontecimiento transformador la llevó a recibir lo que ella misma describía como “la llamada dentro de la llamada”. Era el Espíritu Santo, instándola a fundar las Misioneras de la Caridad, una misión con un propósito sublime: “trabajar en la salvación y la santificación de los más pobres entre los pobres”. Tras obtener el permiso del arzobispo de Calcuta, Ferdinand Périer, su sueño se hacía realidad. “Puede proceder”, le dijo él al final de una misa, y así comenzó su inquebrantable viaje.

“Trabajar en la salvación y la santificación de los más pobres entre los pobres”.

La Madre Teresa, ataviada con el sari, se unió a las Hermanas Médicas Misioneras para recibir formación médica, con la firme intención de regresar a Calcuta y dedicar su vida a los más necesitados. Desde la casa de las Hermanitas de los Pobres, se aventuró a las zonas más olvidadas, definiendo así una misión que cambiaría vidas y corazones. Dos años después de su muerte, comenzó su beatificación, un testimonio de la huella imborrable que dejó en el mundo.

Tuvo siempre, la firme intención de regresar a Calcuta y dedicar su vida a los más necesitados.

Nunca aceptó salario ni ayudas oficiales. “Somos como flores o pájaros en las manos de Dios”, solía decir, reflejando su profunda humildad y entrega. Durante sus 87 años de incansable labor, se convirtió en un faro de esperanza, defendiendo a los desposeídos en India y en los 120 países que hoy siguen su legado.

La fama la incomodaba. “He firmado un contrato con Jesús”, decía con una mezcla de humildad y determinación. “Por cada foto que me tomen, se libera un alma del purgatorio. Sufro la fama por amor a Jesús. Si la prensa habla de mí, habla de los pobres”. Su vida fue un testimonio de cómo la verdadera grandeza se encuentra en el servicio a los demás.

“He firmado un contrato con Jesús”.

A pesar de recibir el Premio Nobel de la Paz y numerosos honores de reyes, príncipes y presidentes, ella siempre priorizó a los más necesitados. Tras recibir el Nobel, se negó a participar en la cena de gala en su honor, pidiendo que la comida se entregara a los pobres, y que los invitados la acompañaran en esta noble causa. “Denme sus manos para servir a los más pobres de los pobres y su corazón para amarlos”, expresó en su conmovedor discurso. “A veces sentimos que lo que hacemos no es más que una gota en el océano, pero si faltara esa gota, el océano la echaría de menos”.

“No basta con que digamos: ‘Yo amo a Dios’, pero no amo a mi prójimo”, advirtió con la sabiduría que solo una vida dedicada al amor puede proporcionar. “Es fundamental comprender que el amor, para ser auténtico, debe doler”.

Recibiendo el Premio Nobel, dijo: “No basta con que digamos: ‘Yo amo a Dios’, pero no amo a mi prójimo”.

La Madre Teresa no solo vivió una vida de servicio; encarnó el amor en su forma más pura. Su legado es un llamado a todos nosotros a mirar más allá de nuestras comodidades y extender nuestra mano hacia aquellos que más lo necesitan. Su vida es una lección de compasión, y su voz resuena aún hoy, invitándonos a ser agentes de cambio en el mundo.

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